Para el primitivo ser humano el mundo exterior podría haberle resultado extraño y adverso. Estaba estrechamente ligado a la naturaleza y familiarizado con elementos naturales que le comunicaban sentimientos de inseguridad. Con el tiempo fue abandonando la cercanía con la naturaleza y convirtiéndose en un ser cultural. Empezó con ello a transformar el espacio físico de su vida y a considerarlo, no ya como simple soporte de su vida, si no como el mundo de su existencia. Esto estableció una diferencia cualitativa en relación con la vida de otras especies animales.
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